Tanto, tanto que ya se ha pasado de rosca.
Hoy charlaba con un proveedor en plena crisis depresiva porque al equipo de sus sueños y desvelos le han metido dos bandurrios.
El pobre chico ha encomendado su vida y sus alegrías a algo más que a su familia y amigos, ha delegado su dicha y sus ganas de vivir a once tipos con calzón en afán persecutorio por un cacho cuero.
Once pijos en Ferrari, peinados a lo gilipollas la mitad de ellos. Once pavos ñoños, cursis y repelentes que ganan por medio correr 90 minutos el Pib de Mauritania.
Once engreídos, caprichosos y antojadizos niños que saben hacer filigranas con una pata y una bola y de los que depende el bienestar mental y semanal de unos millares de personas.
Dicen que el futbol, al contrario que el rugby, es un deporte de caballeros jugado por macarras. Pues no estoy muy de acuerdo, macarras, lo que se dice macarras no parecen mucho. Ñoños, engreídos y blandos, pero blandos requeteblandos un montón. Y si no, rózales cuando llevan la pelota, hay que llamar a una Uvi móvil de la pupa que les ha quedado.
Que pena, penita, pena. Ay.
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