-NO TE PREGUNTES SI ERES FELIZ, PREGÚNTATE SI HACES FELICES A QUIENES TE RODEAN.

martes, 13 de marzo de 2018

Impactos en África

11-M PARA EL RECUERDO.


Recién llegado de Marruecos, las cosas siguen igual que cuando marché con la resaca del atentado.

La masacre de Atocha nos mantiene a todos los madrileños con la misma sensibilidad en la piel que cuando salí de casa.

En el tráfico es donde quizás más se puede notar, no suenan los claxon, no buscamos el hueco libre en el que tras un volantazo ganar una posición. Nos cedemos el paso solo con una mirada. No hace falta pedirlo, con la mano me indican que puedo pasar.
Han hecho falta 200 vidas para sacar de dentro de nosotros lo que la ciudad con su frialdad y sus prisas nos hizo olvidar o quizás nunca nos dio.

No durará mucho. Los crespones de los balcones y de nuestros vehículos irán poco a poco retirándose y Madrid volverá a ser esa ciudad de siempre. Fría y hostil. Desapacible, ruidosa, egoísta y hosca.

Pronto volveremos a buscar el hueco que ese conductor descuidado nos ha dejado libre al no tener la primera marcha engranada poco antes de que el semáforo nos de paso.
Pronto volverán las bocinas a acosar al que con menos prisa que nosotros se entretiene en buscar el número del portal al que nunca podrá llegar dejando su coche junto a él.

Y cuando Madrid olvide a sus muertos y vuelva a ser la misma ciudad de siempre, Fría y hostil. Desapacible, ruidosa, egoísta y hosca, a mi y espero que a los que conmigo habéis viajado, nos quede el recuerdo de que fuera de aquí, hay un lugar que nos hace sentir cada vez que vamos, lo que en Madrid hoy, todavía se siente.
En Madrid la solidaridad, la lealtad, la nobleza, el espíritu de unión, se consigue unos pocos días y con 200 vidas a cuestas.

Nosotros, los que hemos descubierto África, lo tenemos mucho más barato......solo tenemos que volver.

No toca por mi parte diario de este viaje pero bien vale recordar esos impactos que en Marruecos tienes en cada minuto, en cada metro recorrido.

Muchos impactos recuerdo. Muchas miradas crucé.
Si alguna de ellas mentía, me da igual.
Si alguno de los que me pidió no lo necesitaba, me da igual.
Si alguna mirada consiguió engañarme y sacarme lo que otro necesitaba más, me da igual.
Di poco. Por mucho empeño que ponga, ellos siempre me dan más.

Miradas, voces y lágrimas que recuerdo y que las escribo para que no las olvidemos:

- La mirada de complicidad que crucé con dos personas de una organización benéfica Marroquí que a las 7 de la mañana llegaron desde 30 km. en autobús para recoger las gafas que traíamos desde España y queríamos entregar.


 - La atenta mirada de Omar, loco por aprender todo lo que sea capaz de meter en su cabeza, escribiendo todo, cada palabra que pronuncio, él, entre bache y bache la anota, la mira, la estudia, la graba y después, me vuelve a preguntar una y otra vez y vuelve a escribir.



- La mirada suplicante de Youssef cuando nos pidió viajar con nosotros y accedimos.

- El cruce de miradas de felicidad de Omar y Youssef cuando se iban al “viaje de su vida” y unos españoles les iban a enseñar su pais, Marruecos.

- La mirada temerosa de Omar cuando le dijimos que era menor y sin autorización policial no podíamos llevarle con nosotros.

- La mirada de Youssef, brillante y clavada en el ordenador, mientras un policía escribía tecla a tecla su autorización para abandonar Zagora.

- Mi mirada al ver como corrían los dos a tocar su primera nieve. Como hicieron su primera bola y como con cuidado, temiendo que no estuviese bien, tímidamente, se la tiraron el uno al otro.



- La mirada de cariño de unos chiquillos que tras acercarme a ellos a gran velocidad, paré y les entregué unos caramelos en su mano.


- La mirada de niño de un anciano al que después de probarse todas las gafas que llevaba graduadas, consiguió con una de ellas volver a ver. Primero miro la palma de su mano, después me miró a mí.



- La mirada de ese anciano que envuelto en una nube de polvo del coche que me precedía, me levantaba la mano y me saludaba agradeciéndome que pasara junto a él con mi máquina tan despacio, que pude decir: Salam Aleykum y antes de sobrepasarle me sonrió y me contestó: Salam .


- La mirada de una niña preciosa cuyo rostro no puedo olvidar, separándose el pelo de su cara y que a cambio de un caramelo me regaló la sonrisa más bonita que alguien que no me conoce me ha dado.



- La voz de un niño suplicándome que no siguiese a mis compañeros y esperase a que una anciana, casi ciega, llegase a mí y pudiese probarse mis gafas.

- La voz de Youssef tratando de convencerme de que tenía 19 años y contrariado cuando yo, al ver su documento de identidad le hice comprender que tenía ya 21 años y feliz me sonrió y orgulloso decía: ¡¡¡21 años!! ¿No tengo 19?

- La voz inocente de Omar cuando le pregunté su año de nacimiento y me contestó: Ignacio, no sé cuando nací.

- La voz rota de Juanma cuando nos contaba por la emisora como Youssef, un pobre vendedor ambulante, que reside en una chabola, le pidió que parara el coche. Juanma lo paró y Youssef se bajó para entregar unos dirham a unos nómadas que en el Atlas vivían como miserables en una fría grieta.

- La voz suplicante de un hombre con una receta y una sucia ecografía pidiéndome 100 dirham que necesitaba para intervenir a su mujer cuyo embarazo se había complicado. Posiblemente me engañó pero ¿que más da? Seguro que en lo que se lo gaste estará mejor gastado que en la estupidez en la que me los iba a gastar yo. Y si es verdad.......¡vaya gustazo! Valía la pena ser engañado.



-Las lágrimas de agradecimiento de Youssef cuando su aventura, “su viaje”, acabó y quedaron los dos solos, en Tinerhir, Una ciudad más extraña para ellos que para nosotros.



- Las lágrimas de Marta, con sus miedos y temores ante un mundo desconocido para ella. Asustada en la noche del desierto, cerca de la frontera Argelina, con nuestros coches atrapados en las arenas, perdidos, sin luna y desperdigados. Yo, solo, a cuatro kilómetros del grupo buscando una salida, los demás luchando por liberarse de las arenas. Dura experiencia para la primera vez.

- Las palabras de ánimo de Nati, Belén y Ramona. Más acostumbradas por la experiencia y Nati ya instruida por Juanma. Animándola y consolándola mientras los demás cansados, reíamos y bromeábamos para trasmitirla tranquilidad.

- Las tímidas palabras de agradecimiento de Dani, disculpándose por la pérdida de los nervios de Marta y siempre tranquilo, protector y cariñoso con ella.

- Las carreras de Omar y Youssef cada vez que parábamos buscando flores que enseñarnos, intentando “pagarnos” el viaje enseñándonos las semillas de la palmera, explicándonos poco, muy poco, porque nosotros sabíamos más sobre Marruecos que ellos.

- Las risas de Belén, siempre al frente del buen rollo.

- El quejido de la azada de Sanchi siempre en guardia y dispuesta a abrirnos el camino.

- La dureza de Ramona que nadie notábamos su enfermedad porque no quería compartirla.

- El cariño y proteccionismo de Nati hacia el solitario del grupo. Me era imposible hacerme una foto solo. Gracias Nati.

Tengo más impactos, más imágenes, más lágrimas. Más momentos de amistad, de lealtad, de compañerismo, de espíritu de equipo, pero estos ya....las guardo para mi.

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