-NO TE PREGUNTES SI ERES FELIZ, PREGÚNTATE SI HACES FELICES A QUIENES TE RODEAN.

miércoles, 20 de enero de 2016

La valla y los clavos


Un padre un día le dio a su hijo, un chico con mal carácter, un paquete de clavos y le dijo:

Toma hijo, cada vez que hieras a alguien o que te enfades con alguien clava un clavo en la valla del jardín.

El primer día el muchacho clavó 37 clavos, pasaron las semanas y cada día que pasaba clavaba menos clavos en la valla hasta que un día consiguió no clavar ninguno, había descubierto por fin que no herir ni enfadarse con alguien era más bonito y más fácil que clavar clavos en una valla.

Y fue a su padre a contárselo. Papá hoy por primera vez he conseguido no clavar ni un solo clavo en la valla.

El padre le dijo: Pues bien, es entonces el momento de que cada día que pase sin enfadarte y sin herir a alguien quites un clavo de la valla.
Pasaron los días y por fin un día no quedaba ningún clavo en la valla.

¡Papá! He quitado todos los clavos de la valla ¡no queda ninguno!

El padre condujo a su hijo a la verja y le dijo: Muy bien hijo, te has comportado muy bien pero mira esto, mira como está la valla de agujeros que has dejado al sacar los clavos.

Cada vez que hieres a alguien le dejas una herida como esta que hay en la madera. Una herida que ya nunca curará. Ya nada será como antes.

Cada vez que clavas un cuchillo a alguien y se lo sacas le dejarás esa herida de por vida. Por muchas veces que le pidas perdón la herida permanecerá. Una herida provocada con la palabra es como una herida física, siempre permanecerá y nunca se podrá borrar.

No claves un clavo en la valla, aunque lo saques, dejará una llaga en quien te quiere que nunca podrá curar.

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