Estaba
echando el amanecer por eso de pasar el rato en un atasco en Recoletos,
admiraba a diestra y siniestra la que nos tiene liada nuestro ayuntamiento
con las obras y rumiando que mosca le ha picado para cambiarnos de
ubicación el oso y el madroño y mudando unos metros la estatua de Colón.
Empezaba a conjeturar –por ocupar la mente más que nada- que en algo hay que gastar los impuestos que nos va a encalomar nuestra presidencia, y no, no encontraba explicación convincente que me sosegara mi sentir.
Mi desazón crecía, cuando antes de volverme loco y empezar a hacer sonar mi bocina, se me ha distraído la mente en mi cavilación viendo pasar por la acera una estirada mujer, de ganso andar con su bolso bien amarrado a la mano, detrás otra, y otra, y otra. Todas llevaban un estúpido bolso de colores, con tremenda asa, unos corvos, otros minúsculos, los más, grandes, tan grandes que podría entrar un melón en su interior y que alguna casi arrastraba por la acera.
Miro más lejos y veo en un semáforo, esperando su turno de paso para escalar por las obras de nuestro ayuntamiento, más mujeres, todas, pero todas retodas y también las requetetodas, con su estúpido bolso colgando de una extremidad. Me aburría una barbaridad viendo pasar mi vida en un tapón inmóvil de coches, y cuando no tienes la cabeza ocupada en asuntos constructivos, la ocupas en divagaciones majaderas que te hagan pasar este trozo de vida que un alcalde te ha dedicado moviendo un oso.
¿Qué llevan en ese estúpido colgajo de su brazo que les afea el andar, pierden la compostura y les deja un hombro alicaido y triste?
¿Qué rayos pueden llevar que no llevemos nosotros para ir tirando de 3 kilos de su brazo y les valga la pena?
Niñas y mozas, maduras y ancianas, secretarias y agentas de movilidad, ministras y juezas, anchas y flacas, médicas y ateesas, jamelgas, flamencas, pizpiretas, garzas y garrulas. Joder, todas retodas y además las requetetodas.
Nosotros no necesitamos bolso para salir de casa, nos cabe todo en los bolsillos, llevaremos lo mismo que ellas, -digo- la cartera, las llaves y el telefonito.
¿Y ellas? ¿además...?
¿El otro medio metro cuadrado de espacio de esos estúpidos trastos colgantes de su brazo son para un polvorete, un lapicero para pintarse la raya y una tiza roja para tiznarse el hocico?
Lo más inexplicable en mi lento deambular entre las obras madrileñas es comprobar que son todas, pero todas retodas y también las requetetodas. ¿Alguna ha pensado que el brazo derecho puede bailar vacío y elegante en ritmo y comparsa
con su vecino?
¿Y lo que ganarían en elegancia, prestancia, garbo y salero?
¿Y todo por un polvorete para untarse el forro, un lápiz para dibujarse una raya y una tiza roja para embadurnarse los hocicos?
Y mientras el ayuntamiento...... dale con el oso.
Empezaba a conjeturar –por ocupar la mente más que nada- que en algo hay que gastar los impuestos que nos va a encalomar nuestra presidencia, y no, no encontraba explicación convincente que me sosegara mi sentir.
Mi desazón crecía, cuando antes de volverme loco y empezar a hacer sonar mi bocina, se me ha distraído la mente en mi cavilación viendo pasar por la acera una estirada mujer, de ganso andar con su bolso bien amarrado a la mano, detrás otra, y otra, y otra. Todas llevaban un estúpido bolso de colores, con tremenda asa, unos corvos, otros minúsculos, los más, grandes, tan grandes que podría entrar un melón en su interior y que alguna casi arrastraba por la acera.
Miro más lejos y veo en un semáforo, esperando su turno de paso para escalar por las obras de nuestro ayuntamiento, más mujeres, todas, pero todas retodas y también las requetetodas, con su estúpido bolso colgando de una extremidad. Me aburría una barbaridad viendo pasar mi vida en un tapón inmóvil de coches, y cuando no tienes la cabeza ocupada en asuntos constructivos, la ocupas en divagaciones majaderas que te hagan pasar este trozo de vida que un alcalde te ha dedicado moviendo un oso.
¿Qué llevan en ese estúpido colgajo de su brazo que les afea el andar, pierden la compostura y les deja un hombro alicaido y triste?
¿Qué rayos pueden llevar que no llevemos nosotros para ir tirando de 3 kilos de su brazo y les valga la pena?
Niñas y mozas, maduras y ancianas, secretarias y agentas de movilidad, ministras y juezas, anchas y flacas, médicas y ateesas, jamelgas, flamencas, pizpiretas, garzas y garrulas. Joder, todas retodas y además las requetetodas.
Nosotros no necesitamos bolso para salir de casa, nos cabe todo en los bolsillos, llevaremos lo mismo que ellas, -digo- la cartera, las llaves y el telefonito.
¿Y ellas? ¿además...?
¿El otro medio metro cuadrado de espacio de esos estúpidos trastos colgantes de su brazo son para un polvorete, un lapicero para pintarse la raya y una tiza roja para tiznarse el hocico?
Lo más inexplicable en mi lento deambular entre las obras madrileñas es comprobar que son todas, pero todas retodas y también las requetetodas. ¿Alguna ha pensado que el brazo derecho puede bailar vacío y elegante en ritmo y comparsa
con su vecino?
¿Y lo que ganarían en elegancia, prestancia, garbo y salero?
¿Y todo por un polvorete para untarse el forro, un lápiz para dibujarse una raya y una tiza roja para embadurnarse los hocicos?
Y mientras el ayuntamiento...... dale con el oso.
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