Caza,
protección del lobo, fiestas populares con animales... es difícil que
urbanitas y gentes rurales podamos aunar criterios. Circunstancias, mundos, pensares,
diferentes.
Lo
que sí es cierto es que los de la ciudad nos metemos demasiado desde
nuestros despachos y grandes butacones con el vivir de los demás,
cuando la mayoría solo viven esa realidad desde lo que ven en
televisión y lo más cerca que han estado de la vida de un pueblo, sus
costumbres y sus necesidades es una semana santa de turismo rural, con
tele, calefacción y coche cerca para hacer la excursión a la vaquería, visita a pitas y a
la segunda sesión de como se amasa el pan.
Yo
desde mi mundo, huidizo de la urbe pero obligado a pisarla en horario
laboral, me encuentro en terreno de nadie de presencia pero no de sentir. Ello me posibilita a tener un
pensamiento más empático.
Ni me gusta el ataque al lobo, ni me gusta la caza
deportiva, ni me gustan las fiestas populares con uso y abuso de animal, pero no me siento
legitimado, desde mi cómodo butacón y mis megas contratados, para
intentar con firmas y movilizar manifestaciones domingueras para cambiar la vida de los que tienen
diferente vivir al mío.
Ellos tampoco se manifiestan de la mierda que a sus pueblos les enviamos.
Recuerdo la lectura en un diario en el que se hacían eco de unos huidos de la ciudad, él abogado, ella programadora, los dos vendieron todo para irse a vivir a un pequeño pueblo. "calidad de vida", sin prisas, sin el agobio de la gran ciudad. Poco tardaron en denunciar al vecino porque sus gallinas y perros les despertaban temprano y protestar en el Ayuntamiento porque las campanas de la iglesia tañían fuera de horario normal y no les dejaban descansar.
Recuerdo la lectura en un diario en el que se hacían eco de unos huidos de la ciudad, él abogado, ella programadora, los dos vendieron todo para irse a vivir a un pequeño pueblo. "calidad de vida", sin prisas, sin el agobio de la gran ciudad. Poco tardaron en denunciar al vecino porque sus gallinas y perros les despertaban temprano y protestar en el Ayuntamiento porque las campanas de la iglesia tañían fuera de horario normal y no les dejaban descansar.
En la ciudad nos gusta arreglar lo nuestro y de paso lo de los demás.
No siempre lo nuestro es lo mejor. Hay parámetros fuera de nuestra asimilación.
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