-NO TE PREGUNTES SI ERES FELIZ, PREGÚNTATE SI HACES FELICES A QUIENES TE RODEAN.

miércoles, 22 de abril de 2009

3ª Ruta a los Picos de Europa "El Tanete"




6 de Agosto

Salimos camino de Cervera de Pisuerga, donde a pocos kilómetros, en un pueblecito que se llama Resoba salía la pista que paralela al río Carrión y vadeándolo en varias ocasiones nos acercaba a los Picos de Europa.
En Resoba tuvimos que meternos en el coche a un paisa para que nos guiara hasta el otro lado del pueblo que como andaba en fiestas lo habían cortado.
Comimos a orillas del Carrión y continuamos ruta hacia Tudanca, el pueblo de Nieves. Nieves había cerrado el local como alojamiento, manteniéndolo como casa de comidas, por lo que nos gestionó la pernocta en la casa de uno del pueblo, que la había “acondicionado” para recibir huéspedes.
Al llegar a Tudanca, saludamos a Nieves y primero fuimos a una casa rural que tenía muy buena pinta para ver cuantos podíamos alojarnos en ella y escaquearnos de la otra. Finalmente conseguimos dos plazas que utilizaron Consuelo y Chelo.
Los demás no tuvimos más remedio que pasar por el aro e irnos al “casero morro” de Tudanca.
Nos enseñó las habitaciones, en alguna, a base de apilar camas nos metimos cuatro o cinco. En un desván que había que entrar a gatas, nos dijo que podíamos hincharnos un colchón y dormir allí, otros.
Como pudimos nos acoplamos todos a razón de 2.000 Ptas. cabeza. En un acto de diplomacia comercial, con la intención de que saliésemos contentos y quizás volviésemos, nos condonó el precio de una persona, lo cual agradecimos y prometimos volver en una próxima reencarnación.
Subimos a cenar y celebramos el cumpleaños de Belén entre cánticos y jolgorios, charlamos un rato con Nieves y su marido, dos forofos del todo terreno y nos fuimos a dormir a los aposentos del “casero morro” de Tudanca.
El Tano mamífero sin duda, pero alejeado de la definición de humano por voluntad propia, durmió poco y los demás menos. El dueño de la casa había dejado una bombilla -que no lámpara- encendida para que no nos descornásemos si teníamos que bajar por la noche al baño, el Sanchi la desenroscó y así pudimos conciliar el sueño. Poco tiempo duró la cosa, el Tano roncaba.
No era un ronquido normal, era “el ronquido”, de mamífero si, de humano no. Por lo que turnándonos toda la noche para chistarle, avanzamos unas cuantas horas de descanso.
A las cuatro o las cinco, como “no le dejábamos dormir”, decía que porqué chistábamos, se desveló y ya terminó la noche leyendo a la luz de la luna en el poyete de la ventana, no se que libro era, pero si recuerdo que era de esos tostones insoportables no aptos para esas horas de la madrugada, bueno ni a ninguna otra hora, excepto para nuestro peculiar amigo Tano. Yo, cuando abría un ojo, le veía leer y beber horchata, aunque más tarde averiguamos que no era su bebida favorita, traía una bota hasta arriba de ron.


7 de Agosto

Desayunamos en casa de Nieves y salimos por la pista que sube desde el mismo pueblo camino de Bárcena Mayor, donde teníamos previsto comer.

Durante el trayecto ya el Tano se había hecho buen amigo de la emisora, trincaba la “patata” y comenzaba a hablar. No decía nada muy concreto, tan solo hablaba, como si se le olvidase de que estábamos todos a la escucha.
Posiblemente sin darse cuenta, empezaba tratando de decir algo preciso, pero se le iba la olla y terminaba pensando en voz alta sin percatarse de que nos lo estaba radiando. Molesto en si, no resultaba, porque llegaba un momento en que ya era como el tráfico en las ciudades, que se te mete el soniquete y ya no lo oyes.
Así que el Tano “pensaba y pensaba” con esa voz ininteligible y rota que su alcohólica garganta le produce, mientras, los demás nos evadíamos y charlábamos con nuestros respectivos acompañantes en el coche, puesto que la emisora la tenía expropiada y no estaba operativa para los demás. Lo peor, Antonio, su compañero de camarote, pero nada que un par de botes de aspirinas no solucionasen.
Fue una tónica durante todo el viaje que nos mantenía incomunicados entre coches, pero que potenciaba la conversación en el interior de cada cabina, lo que ayudó a conocernos mejor a los integrantes de cada automóvil.
Entre pensamientos y reflexiones llegamos a Bárcena, nos acercamos a saludar al Pin y le pedimos que nos preparara una mesa mientras dábamos una vuelta por el pueblo.
Después de comer retomamos la ruta en La Celsa, donde subimos hasta el refugio de cazadores que habíamos descubierto el año anterior y ahí nos pegamos una tumbada entre mierda, chinches, piojos y garrapatas .
Después de sestear, nos desinfectamos y salimos ya con destino a Abiada, nuestra siguiente parada. En el camino nos topamos con una gran charca que no nos resistimos a vadear. Era una mezcla de agua, fango y mierda, pero no nos hicimos de rogar. Como nos quedábamos enfangados, teníamos que quitarnos los pantalones y el calzado para meternos en ella y fijar las eslingas y así poder ser rescatados por el servicio de pocería y desatascos.
¡No lo pasó bien el Tanete!, viendo como destrozaba el coche que al parecer le correspondía a su mujer en la disolución de su matrimonio y pronto le debía entregar.
Echamos un par de horas y luego entre una espesa niebla salimos a la carretera y llegamos a Abiada.
Embarramos todo el hotelito, por lo que pedimos fregona y cepillo al dueño para ir limpiando cada poco.
La mujer del hostelero no soltó la mocha en toda la tarde.
Cenamos y después de pasear un rato por el pueblo nos fuimos a descansar.

8 de Agosto

Salimos hacia el Puerto de la Palombera, la pista de los años anteriores, paramos en el riachuelo de siempre a comer y seguimos ruta pasando otra vez por Uznayo, donde saludamos al alucinado Moisés, un paisano que conocimos en viajes anteriores y que nos miraba de arriba abajo con extrañeza, supongo que por lo numerosos que éramos, cuando le conocimos éramos nueve y éste año ya doblábamos. Nos confirmó que mantenía su viejo “G”.
Seguimos camino hasta Potes donde teníamos que apañarnos un camping para una veintena de personas durante dos noches.
Cuando llegamos, el camping de otros años estaba lleno, pero la encargada nos hizo una gestión en el que está al pié del teleférico y nos comunicó que les quedaban dos parcelas ¡para seis tiendas! Pero es lo que había y la verdad que nosotros borrachos nos contentamos con poco.
Cuando llegamos el camping estaba alicatado, fuimos a visitar nuestras parcelitas y empezamos el encaje de bolillos. La primera tarea era situar la tienda del Monstruo y Mar que ocupaba lo que dos, después nos fuimos ubicando los demás como pudimos. “El chabolismo” en su plena esencia.

9 de Agosto

Día libre. Nos disolvimos en grupos según gustos y planes. Unos se quedaron en la zona montando a caballo y paseando, otros se fueron a ver pedruscos, como el de Santo Toribio de Liébana y supongo que la iglesita de Piasca y la de Santa María de Lebeña. Nosotros, Juanma, Sanchi, Esparteros y yo, subimos en el teleférico e iniciamos una ruta a pié, que pasando por el refugio de Cabaña Verónica –una armadura metálica para cuatro plazas y que es la parte superior de un barco bombardero de la 2ª guerra mundial que subieron allí en pedazos sobre mulas por los años 50 o 60-, ascendimos a los Horcados Rojos y sujetos con el cable que han instalado para ayudar a descender, iniciamos la peligrosa bajada de cuatrocientos metros con tramos casi verticales hasta la Garganta de los Boches, de ahí pasando por el Jou sin Terre –unas depresiones muy características de los Picos – llegamos al Picu Urriellu, donde comimos y descansamos en el refugio de Delgado Úbeda, que ya conocimos anteriormente pernoctando en él.
Después de comer nos dispusimos a iniciar el descenso por la senda que llega al refugio de la Tenerosa. Habíamos conocido a dos parejas que no pretendían haber llegado hasta allí al no tener forma de volver si alcanzaban el Urriellu. Les animamos a venir con nosotros ya que les solucionaríamos el regreso.
Habíamos quedado con el Nene y Rafa en que nos fuesen a recoger con el Monterey al collado de Pandébano, subiendo por las pistas de Espinama, por lo que les hicimos una llamada para que viniesen con otro todo terreno más a recogernos.
Regresamos pasando antes por el refugio de La Tenerosa, donde está su guardesa “La Tenebrosa”, la anciana amiga del Topo que nos vende los quesos. Al grito de TENEBROSAAA salió de su cabaña secándose las manos en su negro mandilón y contestando “QUIENNN ME LLAMA”. El Topo después de saludarla y hacerse una foto con ella, no sin antes en un femenino y coqueto gesto, colocarse los pelos para el mismo lado, inició un laborioso esfuerzo de regateo para que le rebajara un queso 200 Ptas. La Tenebrosa no es de las que se dejan amilanar y mucho menos domar, con lo que el Topo desistió, agachó las orejas y se despidió de su vieja amiga.
Descendimos sin queso el Collado de Pandébano echando una mano a Esparteros que llevaba una rodilla tocada del palizón y nos sentamos a esperar a que vinieran a recogernos.
Sobre las seis llegaron Rafa, Chelo y el Nene, nos montamos todos en los coches y por pista regresamos al camping. Una de las parejas nos acompañó a tomar unas cervezas con nosotros.
Después de contarnos cada grupo nuestras vicisitudes, preparamos la cena y nos acostamos.

10 de Agosto

Nos acercamos a Potes después de recoger el chaboleo y estuvimos paseando por sus calles y visitando las típicas tiendas de paridas y recuerdos, donde no puedes irte sin comprar algo, lo que sea, meterlo en algún rincón libre de nuestros TT y que más tarde, ya en nuestros destinos, tendríamos tiempo de tirar.
A media mañana iniciamos la ruta, subimos a los repetidores de TV del cerro de Arabeles y después de algunos despistes, conseguimos llegar a Bejes sobre las dos, por lo que antes de entrar en el pueblo, en una pequeña pradera sacamos la artillería y nos dispusimos a comer.
Nos tomamos unos cafés y unos helados en el bar del pueblo e iniciamos la subida hacia la terrorífica pista del Macandiú. En el camino un paisanote –el padre del alcalde- me pidió que le acercara a la fuente de los Lobos. Hubiera sido muy agradable su compañía si no fuera por el olor que me dejó en el coche. En Bejes ya han subido la red de agua al pueblo, pero éste parecía no haberse enterado.
Entra peste y charla, conseguimos llegar conscientes a la fuente que en esta época del año manaba un hilillo de agua, no suficiente para recomendarle un lavado de bajos a nuestro amigo. Nos despedimos de él, nos desinfectamos y nos metimos en el bosque de hayas previo a los precipicios de la pista del Macandiú.
Los que no conducían, viendo justo debajo de su ventana la caída, optaron la mayoría por apearse e ir andando y así evitar en lo posible “La gran guarra” si había algún despiste de conducción.
La pista estaba totalmente suelta, por lo que según pasábamos con un lado del coche totalmente pegado a la roca cortada a pico y barrena y que acariciaba nuestras chapas, por el otro caían al vacío los guijarros que desplazaban nuestras ruedas. ¿Qué habría pasado si hubiera venido un coche de frente?
Llegamos unos sentados y otros andando al Casetón de Ándara y junto a él, nos tomamos unos refrescos mientras respirábamos hondo y comentábamos nuestras sensaciones. Después nos acercamos a Sotres, donde en la típica tienda de objetos inservibles, adquirimos alguna chorrada más, pues todavía quedaban pequeños huecos en nuestros maleteros.
Emprendimos el camino que nos llevaba al refugio de Áliva, llegamos, nos duchamos y después nos acercamos con los coches al teleférico, donde contemplamos las vistas desde un pequeño mirador metálico colgado en la pared de la montaña. Bajo nuestros pies, entre las separaciones de los perfiles metálicos, veíamos los 800 metros de caída vertical que hay hasta Fuentedé y el camping donde habíamos pasado las dos noches anteriores.
Regresamos, cenamos como unos señorones, después de las penurias de días anteriores y nos fuimos a dormir en este privilegiado lugar inmerso en el corazón de los Picos de Europa.
A la mañana siguiente, volvimos juntos hasta Torrelodones, comimos en el Cazador y nos despedimos.

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